Foto: Linus Sandive
@linuessandive
El 2016 fue el año en que el nacionalismo hizo su entrada con bombo y platillo al mundo. Esta idea tenía ya años cocinándose, mostrando destellos en varias regiones del mundo, sin embargo, carecía de un evento que lo catapultara a la escena mundial, algo que le diera legitimidad como alternativa a la realidad actual, sin ello, el nacionalismo seguía condenado a ser percibido como un movimiento conspirador y extremo. La crisis financiera del 2008 sacó de las sombras al nacionalismo, las palpables consecuencias (perdida de hipoteca, ahorros, y desempleo) sirvieron como evidencia ideal para los nacionalistas; repentinamente el mensaje fue claro: el globalismo solo beneficia a los más privilegiados a nivel global a costa de la destitución del local. La ineptitud de la Unión Europea, Brexit, el referendo escoces, y la crisis bancaria griega fueron síntomas de la transición que se estaba llevando a cabo; la coronación de esta transición se culminó cuando Donald Trump llego a la presidencia de los estados Unidos. Estamos presenciando la caída del orden global y el resurgimiento de un nuevo orden estilo colonial. La mayoría de los analistas hispanos siguen aferrados en negar una realidad que cada vez se afianza más, el antiguo esquema neoliberal, un esquema que alenta la migración masiva, abaratamiento de labor, y competitividad global se acerca a su ocaso. Ahora, lo que el francés haga le importa poco al español… siempre y cuando no venga a explotar sus recursos. El analista geopolítico Peter Zehian provee un excelente resumen de cómo pasamos del mundo colonial --un mundo en el que la mayoría de la actividad económica de un estado era interna, con poco o nulo comercio exterior-- a un mundo de orden global, en el cual los estados pueden comerciar libremente con otros países sin necesidad de mantener una naval para patrullar (escoltar) los intereses de la nación y de vuelta a un orden estilo colonial. Este orden global se dio gracias a que los Estados Unidos subsidiaron --por medio de su fuerza naval-- la seguridad de peaje en los océanos… a cambio de lealtad hacia los intereses norteamericanos. Zeihan señala que al terminarse la guerra fría, la necesidad de seguir manteniendo un aparato de seguridad mundial (global) también dejo de existir para los Estados Unidos. Lo más impresionante de todo esto es que los Estados Unidos han decidido abandonar este modelo deliberadamente, y, sin siquiera sufrir consecuencia alguna. En pocas palabras, los norteamericanos han dicho que cada quien se rasque con sus uñas.
Foto: Céline PREHER
En esta era post global, la dinámica derecha-izquierda cada vez es menos relevante y da a paso a la narrativa local – foráneo, la voz del ciudadano del mundo está enmudeciendo bajo el clamor del nacionalista local. Estamos ante un mundo donde el foráneo es visto con sospecha y el local es exaltado por el simple hecho de ser de la misma tribu. Esta transición es la razón por la cual hay caos político en diversas regiones del mundo, ideologías que se creían extintas, regresivas y hasta xenofóbicas --incompatibles con un mundo de dominado por el comercio global con énfasis en el consumismo-- ahora están recobrando vida y ganado fuerza política entre la juventud. En síntesis el viejo orden imperial cada vez se vuelve más atractivo. Bolsonaro en la derecha y Andrés Manuel López Obrador en la izquierda son evidencia de los nuevos tiempos. Poco importa la ideología o siquiera estemos de acuerdo con ella o no, lo importante es que el común denominador sea “notros primero”, o como dice el dicho, “primero mis dientes, después mis parientes”. Basado en esto es imperativo planear el rumbo que tomaran las sociedades hispanas. Después de los Estados Unidos—país perfilado a incrementar su poder aún más--, quienes serán los otros países dominantes en una economía post global? Cuál es la actitud que la sociedad hispana debe tomar ante el resurgimiento del nacionalismo? Esto lo veremos en la segunda parte del nacionalismo mejicano…
Pax et bnum,
- Luis
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